jueves, 27 de marzo de 2014

ESTRUCTURA PSICOLOGICA Y CAMINO DEL DISCIPULADO
Una explicación del porqué es tan difícil cambiar y cómo hacerlo sin peligros


Examinar la propia estructura psicológica debe ser una prioridad de quien desea caminar conscientemente el sendero del discipulado. Por mucho que la mente profundice en conocimientos novedosos y diferentes, si lo interno no es abordado con valentía y sinceridad, los años pasarán y se continuará girando en torno a los patrones repetitivos, las imágenes descontroladas, las impresiones que no se percatan en su integridad, los sueños, las irrealidades, las obsesiones y las manías. Mientras no se afronte la estructura psicológica y se vea el entretejido de ésta con la mente y los instintos, seguiremos siendo autómatas dependientes de nuestro pasado y del entorno y, difícilmente, daremos cauce al fragmento divino que cada uno de nosotros lleva dentro. “Un hombre vuelto a nacer, no en la carne, sino en el Espíritu” es el augurio del profeta y debe ser algo que nos incentive a salir de la actual condición, postura personal que no muchas cosas buenas ha dado a nuestra vida, sino más bien ha gravitado a nuestro núcleo personal sufrimiento, enfermedad, incomprensión del propósito divino y blasfemia contra Dios.

La estructura de la psique

1. Aquello que se trae de existencias anteriores o Ser Real. Esta debería ser la guía principal, pero es suplantada por el ego que se forma o refuerza en cada encarnación. Está presente en los primeros días de vida o se manifiesta de manera inconsciente para proteger y guiar al ser o se convierte en el rector ideal cuando el ego se supedita a su mandato y le sirve.
2. El fundamento o ego que se forma en cada encarnación a partir de las propias experiencias en los primeros siete años de vida, principalmente. Es una pantalla de recepción de impresiones sensoriales y sensaciones internas acerca de sí mismo. En él se congregan todos los aspectos adquiridos por el ser humano.   
3. Los instintos que se enfocan, especialmente, en la supervivencia, el placer y la perpetuación de la especie. De igual modo, ocasionan repetición de costumbres, hábitos, se hace cargo de los procesos involuntarios y de la fuerza de atracción o repulsión.
4. Lo subliminal: un reino de imágenes e impresiones siempre en movimiento que pasan desapercibidas por el ego ya que éste se enfoca exclusivamente en lo externo. Nos llevan a ser fantoches, a actuar como títeres o marionetas de algo que somos pero que desconocemos.
5. La mente que aprende y guarda la información. Representa lo consciente, aquello que fácilmente se recuerda. Maneja los procesos voluntarios y está en constante vibración, porque es el órgano de comunicación que conecta las diferentes estructuras psicológicas y las relaciona.
6. La sombra en lo profundo del inconsciente personal, cuyo origen está en la represión de acciones supuestamente malignas e inmorales. Nos conduce a desarrollar potentes neurosis.
7. Lo que se asimila y copia del inconsciente colectivo con su fuerza arquetípica y condicionante.

El Ser Real

Durante toda la gestación nuestra psique estuvo relativamente suelta; esto nos otorgó la facilidad de tener una consciencia totalmente lúcida de lo que aconteció a nuestro alrededor o nos dio la posibilidad de aplicar el libre albedrío que nos permitió continuar con la gestación. Todo eso porque nuestra psique es en ese momento era una inteligencia dotada de un perfecto conocimiento y aún no ha había sido contaminada por la visión irreal de nuestro ego, el cual se  encontraba en fase de crecimiento. Los días que siguieron a nuestro nacimiento fueron opacando la consciencia de nuestro ser ya que nuestro pequeño cuerpo infantil empezó a plantear sus exigencias, en una vida que ya no dependía de nuestra unión por medio del cordón umbilical con nuestra madre. Nuestra psique se enfocó en el aprendizaje de nuestra nueva existencia y los recuerdos de otras vidas se sumergieron en nuestro inconsciente, quedando sepultados para ser revividos en instantes, en pequeños momentos de iluminación, como reacción a un encuentro de un lazo kármico previo o lista a manifestarse totalmente mediante nuestro trabajo de desarrollo o despertar espiritual. En ciertos momentos la fuerza del Ser Real alienta en cada uno de nosotros comportamientos benefactores o voces internas o intuitivas que nos protegen de actuaciones erradas o de experiencias dolorosas.

El ego

A medida que crecimos las impresiones provenientes del mundo exterior entraron en nuestro interior vía los sentidos del cuerpo y allí empezamos a formar una imagen propia de lo que consideramos era la realidad. Sin embargo, las apreciaciones recibidas al pasar por los filtros de los sentidos, sólo capturaron una serie específica de frecuencias y no todo el espectro de la realidad. Ante esto, imágenes íntegras y coherentes del medio circundante, no se formaron en nuestro interior y quedamos a merced de una ilusión, bajo el encanto de una quimera, que distorsionó la realidad. Con cada impresión formamos los cimientos de nuestra propia identidad y en consecuencia nuestro Yo Real quedó limitado y fuertemente constreñido. Esa entidad que se formó a medida que crecimos se conoce como ego o yo personal en los ambientes vedantistas o cabalistas, pseudoser en los budistas o nafs en la mística islámica (sufismo) y se convirtió en la fuerza a sostener y a reverenciar.  Este ser auto creado opacó o sustituyó al Yo o Ser Real con el que nacimos, quien poco a poco quedó sepultado por la experiencia y la formación del archivo personal de todas las experiencias memorables, placenteras o dolorosas, que experimentamos en la medida en que fuimos creciendo.

Los momentos vividos en los primeros años fueron de cognición, de experimentación y permitieron la asociación de imágenes, actitudes, visiones propias, respuestas ante la interacción con el entorno, en un archivo conocido como memoria personal. Con el paso del tiempo, poco a poco, fuimos descubriendo nuestro yo y el yo de los demás. El yo emergió por nuestra respuesta psicológica a medida que aprendimos a vivir en el mundo físico y diferenciamos un modo peculiar de hacer las cosas, una forma determinada de pensar y unos estados anímicos propios. Eso fue importante porque nos dio un elemento personal que nos diferenció de los demás, una imagen, aunque ilusoria, por la que fuimos y somos conocidos, una estructura mediante la cual orientamos nuestro mundo interior y exterior. Al tiempo el fundamento o ego fue vital para que el mundo exterior no se entrometiera excesivamente en nuestra psique y la agobiará. También nos protegió de los aspectos impulsivos que se irían presentando en nuestro interior por un pasado kármico no redimido.  Las experiencias sensoriales y las respuestas motoras que dejaron en cada uno una impronta del mundo que nos rodeó, gradualmente, se transformaron en una serie coherentes de maniobras físicas y emotivas que nos permitieron resolver problemas prácticos y facilitaron nuestra relación con el mundo. Con él también aprendimos a prever el futuro: cuando hacer ciertas cosas y en qué momentos abstenernos de cometer actos indebidos. Eventualmente, debe convertirse en el punto donde el Ser Real se asiente y exprese su estrategia espiritual. Por esta razón no debe ser destruido, sino trasformado, trascendido. 

Otra función de nuestro ego fue dar continuidad a lo que experimentamos, ya que en él se encuentra nuestra memoria, que no es otra cosa que el archivo de las miríadas de percepciones que forman pautas en nuestra mente y nuestro cerebro. La continuidad nos permitió tener el recuerdo del pasado y la imaginación acerca del futuro cuando lo vemos a la luz del presente. La capacidad de la imaginación está contenida en nuestro ego y de acuerdo a cada uno, la podremos utilizar para evadirnos, liberarnos de tensiones internas, fantasear, crear, evaluarnos internamente, planificar estrategias o suponer lo que ha ocurrido o sucederá. El ego es el medio a través del cual nos relacionamos con la realidad, pero no debe convertirse en ésta como sucede en la mayoría de las personas. El ego se mueve en el mundo de las máscaras, lo cual nos permite protegernos de entornos agresivos o expresar nuestro poder. Si es débil, manifestamos una personalidad insegura, nos impide refrenar lo instintivo, perdemos el sentido de realidad y lo sustituido por actitudes infantiles, tendencias suicidas o agresiones violentas. Nuestro ego no sólo contiene la memoria de nuestras impresiones externas, sino también llegan a él algunas tendencias grupales provenientes de la familia y de otras vidas.

La debilidad o fortaleza del nuestro ego se originó en nuestros primeros años de vida. Si vivimos en un ambiente hostil y muy duro, nuestro ego no se desarrolló correctamente en las etapas adecuadas de crecimiento y, tal vez, quedamos atrapados en una de ellas: en la de las dependencias familiares, en la de los juegos y competencias, en el la que corresponde al enamoramiento eterno o inmadurez emocional. Si fuimos sobreprotegidos, igualmente generamos un ego infantil y mimado que sólo reconoce sus propias necesidades y nos torna supremamente egoístas. Tristemente, a lo largo de nuestra historia personal nos hemos identificamos con el ego, con lo que hacemos o nos desviamos hacia un mundo de sueños egocéntricos acerca de lo que haremos o debemos hacer. Y la liberación comienza con descubrir su poder para darle finalmente la guía a la Chispa Divina que llevamos dentro. Si descubrimos un ego débil, debemos fortalecerlo y luego limpiarlo de las irrealidades para que sea el perfecto espejo, que refleje aquello que realmente somos: espíritus viviendo una experiencia humana.

Lo instintivo

Freud denominó a las fuerzas instintivas el “id”, las cuales sólo se preocupan por nuestra sobrevivencia, comodidad, seguridad y propagación de la especie. Lo instintivo infunde en nuestra psique dos poderosos impulsos: la libido y lo mortido, el último relacionado con la supervivencia: matar y comer y, el segundo, con la propagación de la especie. Estas dos fuerzas suelen estar contenidas y controladas por el ego y el superego –el arquetipo de lo que debemos ser- y se encuentran en el subconsciente, lo que está por debajo de la consciencia.

Promueve en nosotros estrategias que nos permiten salvaguardarnos del entorno y proteger nuestro territorio de los intrusos. Genera los hábitos o las manías, que supuestamente nos dan seguridad, pero en realidad, resultan muy molestas, nos complican la existencia, nos ocasionan frustraciones y conflictos con los demás. Lo instintivo nos obliga a saciar el placer de manera inmediata y cuando no lo logramos nos tensionamos de sobremanera. Si nuestro ego es débil, la intensidad de la carga instintiva se refuerza con la tensión, el enfoque egocéntrico y nuestra respuesta de insatisfacción, se acompañara de gran dramatismo y apasionamiento. Además de la frustración y la tensión, los dos impulsos del id al ser refrenados por nuestro ego, nos ocasionan comportamientos neuróticos, siendo éstos manifiestos en el 99% de la población, ya que contiene la represión no sólo de esta vida sino de otras, más el de las generaciones a las que hemos pertenecido. De la neurosis llegamos a la psicosis, si dejamos que el mortido se apodere de nosotros. La importancia del instinto es que proporciona la energía a nuestra psique y en ciertos momentos se infiltra en nuestro consciente para contribuir u oponerse a ciertos accidentes que nos impiden o inician determinadas acciones.  

Con el id uno siempre recrea en su imaginación, el objeto que satisfacerá una determinada necesidad y en eso vivimos enfocados gran parte de nuestro tiempo. Recreamos encuentros, saboreamos exquisitas comidas, nos regocijamos con actitudes de otros y, cuando vivimos la experiencia y vemos que ésta no se no se ajusta a lo soñado, nos frustramos, nos defraudamos, sentimos tristeza y las catalogamos como negativas. A veces proyectamos sobre lo deseado vacíos afectivos internos o frustraciones sexuales esperando recibir un alivio secundario. Y si aquel sobre el cual nos movilizamos no satisface lo buscado, lo juzgamos, lo desacreditamos o lo alejamos.

Lo subliminal

Sólo vemos una parte del todo
No fuimos educados para analizar el impacto de todo lo externo en nuestro interior y en cada encuentro con el mundo circundante pasamos por alto detalles importantes: la energía de los lugares, las impresiones físicas, emotivas y mentales ante la experiencia vivida, la causa real de las atracciones o repulsiones de los lugares o las personas, los olores, lo colores y las sensaciones táctiles. Todo eso rodea nuestra consciencia del ego y pasa a través de él sin ser notado, formando una zona subliminal que circula entre nuestra mente sensorial, nuestra memoria y nuestro mundo emocional. Ante experiencias similares o parecidas surge todo ese mundo contenido y precipitan acciones inconscientes y subliminales que no podemos explicar. Esa fuerza no controlada ni examinada correctamente en la experiencia se conoce como zona subliminal. Ese es el velo astral, que propicia reacciones no voluntarias, nos hace reactivos y nos sumerge en sueño fantasmagórico y muy irreal.

La sombra o inconsciente

Es un hecho real que nuestro ego opacó o sustituyó a nuestro Yo Espiritual y muchas de sus políticas quedaron sepultadas en nuestro inconsciente personal; o sea, aquello que escapa del dominio del consciente individual. Muchas impresiones quedaron guardadas, pero sólo recordamos aquellas que tuvieron un interés excepcional y las demás las exiliamos al inconsciente personal, el cual, aunque no lo vemos claramente, nos hace reactivos, supremamente defensivos. De otro lado, de pequeños aprendimos a refrenar nuestros impulsos para obtener algo del entorno y desarrollamos estados anímicos para congraciarnos con los que formaron parte de nuestro círculo social cercano. Fuimos educados de acuerdo a parámetros específicos, con el fin de ubicarnos y sincronizarnos con los comportamientos considerados útiles de la época y del lugar donde nacimos. Desde niños aprendimos a suprimir aspectos que no nos gustaban de nosotros mismos pero no por eso quedaron completamente anulados: agazapados esperan, porque forman parte de nuestra constitución y acechan el momento oportuno para mostrarse. La mayoría de nosotros nos dejamos quebrar fácilmente ante la represión ejercida por el entorno y reprimimos, desplazamos o sublimamos nuestra sombra.

Cuando llegamos a la adolescencia parte de nuestra sombra emergió y tomó su lugar: de infantes sumisos y complacientes, exhibimos una rebeldía desconocida y que sorprendió a todos los allegados; queríamos imponer nuestro propio criterio y modo de ver el mundo y ya nuestros padres no pudieron seguir conteniendo nuestra individualidad, ni la fuerza del deseo, como lo hacían antes. Durante los primeros años de vida, aprendimos a mostrarnos al mundo mediante muchas y variadas máscaras. Unas veces con dureza, sobre todo cuando nos rodeamos de gente agresiva, pero en otros momentos con suavidad y sumisión, cuando debimos supeditarnos a los dominios de otros. Incluso incorporamos las características de nuestros padres, adquiriendo y absorbiendo toda una cultura representada en la familia o la patria donde nacimos.

Hasta cuando nuestra mente maduró fuimos testigos de todo nuestro comportamiento guerrero, idealista, en el que nos creíamos capaces de hacerlo todo e incluso nos creíamos más inteligentes y mejor capacitados que los mayores. Luego de adultos tal vez comprendimos los errores y volvimos al redil; es decir, nos comportamos de acuerdo al modelo social impuesto y si no atendemos el llamado interno superior, nos convertiremos en copias fieles de nuestros padres, repitiendo sus esquemas, sus gestos e incluso hasta sus dogmas. Muchos dejaremos de desarrollarnos psicológicamente, absorbidos por la masa o las etiquetas sociales y puede que algunos empecemos a retroceder a caer en actitudes infantiles o a retroceder a otras épocas donde la fuerza de la juventud nos hacía conquistadores, atrevidos, capaces de todo. Llegaremos a viejos y nuestro instinto seguirá contenido, el superego ideal pulsando formas abstractas e irreales de actuar, sentir o pensar y el ego, alterando entre sus diferentes máscaras para no salirse de lo colectivo y social. Y así moriremos y con esa estructura no redimida, transformada ni trascendida, volveremos a renacer con las mismas taras, los mismos complejos, las mismas represiones. Difícilmente nuestro Ser Real se convertirá en el dueño y señor de nuestras vidas y menos aún, se nos acercará el Maestro, quien nos guiará al encuentro con lo divino, como él ya lo ha hecho. Pero lo más triste es creer que somos únicos e irrepetibles cuando en realidad, terminamos haciendo exactamente lo mismo que han hecho muchas generaciones a lo largo de la historia.  La madurez en eso y mucho más: es romper con la ilusión del ego, es no seguir identificados con el placer, el cuerpo, lo emocional o el conocimiento. Madurar es integrar los aspectos psicológicos, no sufrir tensiones, ni neurosis y vivir en el gozo divino.

Mimetizarnos ha sido lo mandado, fragmentarnos es nuestra especialidad y andamos perdidos de nuestro núcleo divino, a expensas de la fuerza del colectivo o de una entidad falsa e ilusoria, que nos orientan a todo menos a encontrarnos realmente a nosotros mismos. De sinceridad poco y nada sabemos; pero de mentiras y engaños en eso somos unos grandes ganadores. No debemos extrañarnos, sorprendernos ni hacernos los inocentes ante la invasión de los corruptos, que se precipitan sin control o ante la proliferación de violentos que van impunes y satisfechos con su maldad. Esa sombra entre el ego y el Ser Real es un obstáculo a sobrepasar en la ascensión espiritual.

El inconsciente colectivo

Cada sociedad ha girado en torno a muchos valores ideales que deben ser adoptados a nivel individual y cultural. Los psicólogos llaman a esos ideales el superego o el ego ideal teniendo cada uno un enfoque característico. El primero se relaciona con la ley, la justicia y la severidad que debemos manifestar; en tanto que el segundo, lo hace con la misericordia y el perdón. El ego ideal nos pulsa ideas y emociones asociadas a conceptos tales como la libertad o la ayuda al prójimo y nos invitan a ser buenos, de acuerdo con los criterios del mundo de los mayores. El superego está inmerso en el mantenimiento de las normas, las restricciones de los impulsos y de todo aquello que puede poner en peligro la estabilidad de la sociedad. Las nociones colectivas de estos dos prototipos fueron insertadas en nuestro comportamiento mientras llevábamos a cabo nuestro aprendizaje en una determinada sociedad. El aspecto ego ideal nos moverá a realizar grandes acciones y ambiciones, mientras que el superego nos invocan culpa y castigo. Si nuestra psique está equilibrada establecemos una sensación de certidumbre y confianza; si no, generaremos mucha inseguridad. 

A lo largo de nuestra vida los impulsos del id y el ideal del superego surgen en diferentes momentos y hacen entrever los comportamientos moralistas que aprendimos y nos convertimos en los castigadores de los que hacen lo contrario a los modelos que fueron grabados fuertemente en nuestra psique. Así como el ideal  del yo y el superego actúan como contrapesos del id, también son los causantes de la sombra que ayuda e incita al id. Los valores distorsionados, pueden ocasionar asesinatos, opacar la benevolencia y tornar al individuo muy cruel. Durante la inquisición la sombra reprimida y contenida, unida a la fuerza del colectivo, hizo que muchas personas se aliarán y se congraciarán con técnicas macabras de tortura y muerte. El exterminio de los enemigos de la patria ha sido una constante en muchos países y en nuestro propio territorio colombiano no lo pudimos evitar en la violencia de los años 50. Personas normales, bajo la egida de una arenga política, se convirtieron en los victimarios de más de 500 mil personas y ocasionaron el desplazamiento a las ciudades de más de 2 millones de campesinos. Y cuántas veces encarnados en diferentes lugares y épocas fuimos obligados a castigar a quienes se salían de las conductas de la tribu, la nación o la familia o a matar a aquellos que ponían en peligro la estabilidad de la sociedad en la que vivíamos?  Todo eso y más debe ser afrontado por nuestra consciencia personal, pues mientras no la hagamos, el universo se cuidará de que a sus aposentos luminosos y sublimes no lleguen los invasores y profanadores. Observación diaria y constante es necesario reforzar y mirarnos de frente ante los diferentes escenarios: cuando somos líderes y tenemos subalternos, cuando estamos en puestos de sumisión y descubrir cómo recibimos órdenes y guías; en el momento en que estamos frente a los de “conducta anormal” o provocadora y cómo los observamos o evitamos. 

Astrología y estructura psíquica 

Cada generación nace bajo condiciones planetarias y zodiacales diferentes, así que las estructuras psicológicas de los individuos que se encarnan en una época determinada, difieren de aquello que lo hacen en otro tiempo y lugar. Remitámonos a ciertas palabras del artículo: “Los tránsitos planetarios como impulsores de los cambios personales” publicado en el blog de mi autoría en mayo de 2013:
Urano estuvo en Leo desde 1.955 hasta 1.962 y precipitó una generación de hombres y mujeres que intentó romper con los conceptos tradicionales del amor y de la sexualidad. Pero Leo es dominante y egoísta así que desató infidelidades y excentricidades. Circunstancias deshonestas y separaciones en muchos hogares fueron algunas de las consecuencias negativas de esta influencia. En efecto, esta generación rompió con la sumisión y no guardo las apariencias de la generación que le precedió”.

Ahora en su paso por Aries, este planeta inspirará una generación diferente; individuos que traerán al mundo nuevas indicaciones, personajes que crearán otros cimientos pues latirá en su interior un fuerte impulso por derrumbar caducos y antiguos postulados. Impaciencia y rebeldía mostrarán ante las imposiciones y con la cuadratura que recibe Urano de Plutón en Capricornio tendrán una fuerte lucha interior entre conservar o progresar. Cuando acceden a puestos de poder podrán exhibir autoritarismo y violencia extrema y una vez que establezcan un modo de ser lo sostendrán a como dé lugar. La estructura psicológica de las generaciones, como se infiere de la explicación anterior, depende entonces de las configuraciones zodiacales en el momento en que muchas personas encarnen a la vida física. Entre tanto seamos marionetas del ego y desatendamos nuestro mundo psicológico, los planetas seguirán marcando nuestras pautas emocionales y nuestra manera de ver y afrontar el mundo.

Hay doce tipos humanos que dan un carácter distintivo a la experiencia psico-espiritual y nos permiten llevar a cabo tareas cósmicas y papeles psicológicos. Eso, porque vivimos en un espacio-tiempo limitado por la rueda zodiacal. El Ser Real se asocia con la posición de nuestro Sol; la Luna muestra cómo es nuestro ego, Mercurio informa sobre la condición mental, en tanto que Venus maneja lo instintivo y pasional. La subliminal circula entre Venus y Mercurio, el inconsciente de la presente vida entre Venus, Mercurio y Luna y lo no manifiesto del pasado en el Sol. Marte da un indicio de cómo aceptamos el superego y Júpiter el ideal del ego. Como los planetas reposan en los signos del zodiaco, al conocer la posición exacta de ellos en el momento del nacimiento podemos estudiar nuestra estructura psicológica básica. Los planetas y los signos tiene sus notas claves características, al ubicarlos correctamente tendremos un indicio de cómo  cada seremos internamente y que tanta facilidad o dificultad tendremos para salir del automatismo y ascender al Yo Real. Es importante aclarar que el análisis del Sol no muestra como es nuestra Ser Real en su totalidad, sino más bien una faceta que se debe evidenciar en esta vida. Lo mismo los demás planetas.  

Analicemos a una persona con Sol en Leo, Luna en Géminis, Venus en Escorpión, Mercurio en Acuario, Marte en Virgo y Júpiter en Aries. Este ser muestra una individualidad, entusiasta, segura, generosa, ardiente, positiva, dinámica y que desea el liderazgo. Los defectos de su Sol que vienen del pasado y que se esconden o agazapan bajo la sombra. Si recibe aspectos tensionantes podrá mostrar facetas autoritarias, autosuficientes, despreciativas, orgullosas, tiranas, crueles o despóticas; todo de acuerdo con los planetas que lo estimulan. Su ego (Luna en Géminis) girará en torno a los asuntos mentales, reprimirá su emotividad, será muy curioso, comunicativo, flexible, ingenioso, imaginativo y se hará entender con facilidad. Los aspectos negativos de Luna y Géminis se conjugan, si acaso la Luna recibiera aspectos tensionantes de otros planetas; así que pueden tornarlo inconstante en extremo, indeciso, perezoso, superficial, hipócrita, crítico, y tal vez atrapado por los sueños, los juegos y las competencias. De acuerdo a la casa donde se sitúe su Luna, allí se verán más fuertemente sus efectos o sus obsesiones. Lo que ira a la sombra podrá ser aquello menos excitante, muchas conductas emotivas y lo arcaico o conservador. Venus en Escorpión lo hará supremamente emotivo, instintivo, con acciones tendientes a proteger su integridad y capaz de agredir a quien se le interponga a sus propósitos. Caerá fácilmente en obsesiones y manías, y tendrá una tendencia altamente reactiva, hipocondríaca o excesivamente enfocada en su aseo personal. Será supremamente sensible y registrará tanto lo que sucede en su interior como lo que sucede a su alrededor. Guardará en su espacio subliminal los desprecios o los halagos de los demás. De otro lado, Mercurio en Acuario le dota de una mente ágil, ingeniosa, progresista, independiente y social. Tendrá una actitud supremamente crítica e intolerante hacia los demás y eso le puede impedir registrar conscientemente su inconformidad interna. Su mente se verá fuertemente afectada por las injusticias y la inequidad. Marte en Virgo le da un superego muy crítico y sufrirá de una gran culpabilidad cuando se desvíe de los principios impuestos por su sociedad. Arremeterá con sarcasmos cuando vea en otros individuos comportamientos que se salen de la norma establecida. Júpiter en Aries le impulsa a ejercer una actitud mesiánica y de gran ayuda hacia los demás.

En el caso de aspectos tensionantes entre Sol y Luna, habrá un desacuerdo interno entre lo que se es y lo que se muestra. Venus y Mercurio solo se afectan negativamente en caso de conjunciones. Si la conjunción es de Venus a Mercurio; es decir Venus está antes de Mercurio, lo obsesivo o instintivo superará a lo racional y mental. En caso contrario: Mercurio a Venus, lo mental sepultará lo emotivo y habrá un gran peligro de enviar muchas percepciones e impresiones a la zona subliminal o al inconsciente. Mercurio haciendo aspecto negativo a la Luna, da una alta probabilidad de hacer control emotivo y desatender la sensibilidad, la protección y el afecto. Histerias, caprichos y sensiblerías caracterizarán a aquellos en los que la Luna hace aspecto negativo a Mercurio. Las relaciones entre Venus y Luna son importantes de estudiar: Venus catapultando a la Luna, dota al ego de una gran reactividad, egoísmo, descontrol emotivo, inarmonía interna y, Luna ejerciendo poder sobre Venus: sensiblería extrema, humor cambiante, pereza, timidez, inseguridad, imaginación desbordada, entre otras. Marte y Júpiter en aspecto tensionante, da una dificultad para saber cuándo corregir o en qué momento ser misericordioso y afectuoso y puede opacar una de ellas y solo exhibir la contraria. Podrá caer en restricciones y condenaciones extremas o en consideraciones peligrosos hacía otros. Cada quien puede hacer el análisis detallado de su estructura psíquica y descubrir las potencialidades o las dificultades. Acudamos pues a la astrología y descorramos el velo de lo que somos, de lo que mostramos, de lo que reprimimos.  

Un examen personal

No fuimos adecuados para analizarnos y descubrirnos en nuestras intenciones, motivaciones o represiones. El entorno nos hizo escrutadores de los demás, críticos y sarcásticos hacía los comportamientos ajenos y las condiciones internas de otros, pero nunca nos invitó a examinarnos internamente. En cuanto a lo personal, giramos mucho torno a lo instintivo, buscamos llamar siempre la atención: “Me gusta eso.., me desagrada aquello..”, expresiones repetidas constantemente en nuestra interacción con el entorno. El disfrute del momento se opaca al querer revivir un pasado que ya se fue o por una expectativa planeada con antelación. Le damos una suprema importancia a lo que comemos, usamos y a los demás les exigimos que nos den gusto en todo eso que nos deleita o nos parece importante. Tal vez si tuvimos una infancia con restricciones y no fuimos amados y respetados, caemos en una rutina en la que queremos se nos traten con deferencia y delicadez: “sólo uso…, “únicamente como…; “no puedo dormir con… “se me dificulta relacionarme con…” Y todo termina en frustraciones, enojos, inconformismos o alejamos a los demás, porque algunos resultados son contrarios a lo que pensamos, somos o actuamos. Algunas de nuestras posturas “puritanas” responden sólo a  exigencias de pertenencia a… y las cumplimos fielmente con miras a mostrar que tan fieles o buenos somos y así evitar ser rechazados; otras tantas, nos movilizan a buscar reconocimiento, creyéndonos especiales y debido tal vez a fuertes vacíos afectivos, generados por entornos que impidieron nuestra expresión infantil. Vemos por doquier personas que arguyen ser pacificas con unos seres, pero que soportan relaciones clandestinas, parejas agresivas o posturas autoritarias con otros. Esas contradicciones deben terminar bajo la comprensión real de lo que esconden. 

Debemos aprender a callar y a observar; solo así descubriremos todas nuestras neurosis, falsos orgullos, obsesiones, manías, represiones y los mecanismos de protección de nuestro ego. Preguntemos siempre el porqué de nuestros gustos, deseos, palabras, acciones, ideales y costumbres.  Detrás de una postura extrema existe una  fuerte represión. Si somos fanáticos del deporte, si nos fascinamos con películas bélicas o de crímenes o salimos aireados a protestar violentamente contra las reglas institucionales, tal vez tenemos fuertes impulsos destructivos no descargados correctamente; o sea un mortido desconocido y pulsante de todo esto. Una inquietud que constantemente nos aguijonea y nos conduce a un hábito negativo, puede deberse al hecho de soportar una relación clandestina o a sobrellevar una acción corrupta que nos produce culpa y remordimiento. Algunas tensiones o perturbaciones se enmascaran con nuestros gustos o peculiaridades personales o por el desarrollo de algunas enfermedades leves. Composturas vigorosas y precursoras pueden tener un trasfondo primitivo de obstinación o competitividad. Manías y obsesiones por la limpieza, enmascaran suciedades internas que no queremos ver y afrontar. Si amamos excesivamente los juegos o somos persistentes y casi obsesivos con algunas prácticas de perfeccionamiento personal, tenemos fuertes represiones sexuales, nos falta actividad o trabajo o no se nos da la posibilidad de sostener una familia. Intolerancia por los conquistadores o extrovertidos sexuales, esconde en nosotros tendencias sexuales reprimidas o si fingimos amar a alguien que odiamos, sólo buscamos el reconocimiento social. Camuflarnos con las idiosincrasias de los grupos o imitar a nuestros superiores quizás emerja como una necesidad de agradar a otros y evitar los conflictos. Chistes expresados a toda hora, indican que no somos capaces de afrontar situaciones embarazosas o no queremos ver a un depresivo y a un núcleo interno lleno de dolor. Si a los 50 años aún nos creemos las más apetecibles o los amantes eternos y andamos a la cacería de cuanta oportunidad de relación de intimidad se presente, tenemos una psique inmadura que se quedó atrapada en la etapa de la adolescencia.  Y así muchos otros comportamientos deben ser avaluados y examinados a la luz de la astrología, la psicología o la experiencia personal. 

El ego es el fundamento sobre el cual el Ser Real debe sentar sus estrategias vitales; debemos fortalecerlo, no destruirlo sino trascenderlo para expandirlo y liberarlo de los yugos condicionantes.  Nuestro ego debe ser una extensión de nuestro Ser Infinito que no es otra cosa que permitir a la Divinidad actuar en lo material. La vida no debemos complicarlas con exigencias ni peculiaridades ya que la mortificación, la renuncia a ciertas cosas, desvirtúan el camino verdadero. Bien lo dijo Lao-Tze: “El camino recto es un camino llano pero los ignorantes prefieren los caminos escarpados”.

Debemos mirar de frente cada una de nuestras máscaras o mentiras, para verlas en sus proporciones verdaderas y ponerles fin. Si hacemos consciente lo inconsciente descubriremos lo que realmente somos y nuestro comportamiento diferirá mucho de la imagen de un ego formado a expensaras de la sociedad o la familia. Valentía debemos desarrollar para enfrentar el lado oscuro de la personalidad y aceptar las responsabilidades de las propias acciones. Si nos hacemos conscientes de las represiones, las neurosis, las tensiones o de nuestros mecanismos de  defensa, nos espera todo un mundo que guarda la memoria real de pasado, del presente y del futuro, pues eso se encuentra en el Yo Real. Encontraremos nuestro sino individual, viviremos a expensas de nuestros atributos, libres y seguros y, absorberemos la parte positiva de los arquetipos divinos. Dejaremos de centrarnos solo en la familia y la profesión y nuestro campo de actividad se expandirá. No ambicionar más el éxtasis irrealizable de la pareja ideal, de los hijos perfectos, de la familia totalmente unida. Al llegar a determinada edad no pensaremos sólo en la muerte, en la debilidad que el paso de los años deja, ni en el miedo a la vejez. Evitaremos convertirnos únicamente en los guardianes de nuestros bienes y tampoco caeremos nuevamente en los infantilismos ya experimentados. Buscaremos vivir con dignidad e integridad, no con desespero y desilusión constantes, porque eso es lo que deviene en aquel que solo gira en torno al ego. El ego debe identificarse y percibirse como una entidad dentro de la psique, necesaria para efectos de individuación y no como nuestra propia identidad.

El sendero que conduce del ego al Yo Real se conoce como el camino de la honestidad, pues implica abandonar la ilusión y alcanzar una imagen lo más cercana a lo Divino; en eso debe estar centrada nuestra atención y auto observación pues necesitamos hacer descubrimientos y luego correcciones o rectificaciones. En tanto sigamos con el automatismo del ego, incapacitados seguiremos para ejercer nuestro discernimiento y misericordia. Alejémonos de sus conflictos y no le sigamos dando la importancia total y absoluta. Si nos ponemos en la tarea de conocernos a nosotros mismos, permitiremos que nuestra Esencia resplandezca con la luz de los significados y las luces del Creador. Con una estructura psicológica limpia y enfocada en lo real, nuestra Alma, poderosa fuerza que nos otorga la facultad peculiar del libre albedrio, se hará presente y tomará el control de nuestra vida, ya que ella es el vehículo de la consciencia que se ancla en el Yo Real. Su manifestación nos permitirá integrar los complejos y las inarmonías. Ante decisiones importantes nuestro discernimiento, proveniente de Marte, verá los límites y, Júpiter, apreciará correctamente los beneficios. Entonces el Sol, considerará le equilibrio y nos definirá el camino correcto a seguir. Cuando optemos por una decisión motivada por el ego, el Alma podrá informarnos a través de un sueño o algún presagio si hicimos buenas elecciones. El Alma actuando en nuestra vida nos permitirá hacer síntesis, relacionar los elementos en un orden superior de consciencia, ver en un instante la esencia del problema y su solución, ser flexibles, valorar correctamente las opciones, sostener relaciones basadas en el amor, la comprensión y no solo en la atracción física, la dependencia o el miedo a la soledad. El estado del Alma se conoce por la posición de Marte y Júpiter y su relación con el Sol. Un Marte en Aries provee fortaleza anímica, inspiración y a la vez impetuosidad. Si Júpiter reposa en un signo tranquilo le proveerá de firmeza y reflexión. Un Júpiter poco controlado y maduro, por ejemplo en Géminis, podría equilibrarse muy bien con un Marte persistente y seguro, tal como lo hace en Escorpión, Capricornio o Leo. Como buscamos el equilibrio valdría hacer esos analices respectivos, ya que Marte, Júpiter y el Sol, pueden mostrar dones o fuertes conflictos que se deben afrontar. Una conjunción de Marte y Júpiter en una determinada casa, rompe con la armonía entre discernimiento o juicio con expansión o demasiado entusiasmo. Si ocurre en la casa siete, de la pareja, entonces habrá grandes dificultades para sostener una relación afectiva y caer en demasiada severo o excesiva laxitud con el otro. El Alma es el principal agente de la observación del Yo y es denigrada constantemente por los elementos inferiores de la psique: el ego, lo instintivo, el inconsciente, lo colectivo. Está como la Cenicienta, desposeída de su auténtico lugar por la madrasta o lado sombrío del ego y obligada a vivir y a trabajar en el sótano que el representa. 

Por encima del Alma está el Espíritu que se manifiesta en lo transpersonal y que se enfoca en el aspecto cósmico de la psique. Este emporio sutil solo se manifiesta en los iniciados y se va abriendo paso entre los discípulos aceptados, permitiéndoles acceder al Mundo Astral superior que conecta con el Mundo Mental, espacio cósmico donde se encuentran los arquetipos divinos para  pronosticar acontecimientos colectivos futuros. Eso es consecuencia del despertar de los atributos de comprensión, belleza y sabiduría, que también permite al ser conocer claramente el punto en donde ha llegado en su desarrollo espiritual, y saber exactamente dónde actuar más efectivamente para ser una unidad más útil en el despliegue de la evolución. Si alcanzamos estos niveles seremos los amos de nuestros cuerpos y de nuestra estructura psicológica y estaremos conscientes de nuestra Alma. Nos acercaremos a nuestra total maduración psicológica, la cual se  manifiesta al contactar con la Imagen Divina, con el Prototipo Ideal para el que fuimos creados y que nos abrirá a la posibilidad de expresar la presencia de Dios en este nivel material.

Adelante buscadores sinceros, conquistad el ego, descubrid lo que no eres y abrid la posibilidad de conocer lo que en verdad palpita en tu interior. Revisad nuevamente artículos sobre “La felicidad que eludimos” y “contradicciones internas y trabajo espiritual” que aparecen en este blog, porque en ellos aparecen otros tics para descubrir algunas estrategias del ego.




1 comentario:

  1. "Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad... lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino..." Carl G Jung

    ResponderEliminar